ir a ver esta maravilla del mundo. Al final vamos a ir Consuelo, yo y Mireya. Rico se ha puesto malo de la barriga (en una semana hemos caído los tres, de forma gradual...) y no nos podrá acompañar.
Llega Consuelo a las 8:00 de la mañana a casa. Mireya prepara un gigantesco plato de Hot Cakes que me recuerda a una pirámide. Nuestro primer contacto con la ciudad de los dioses, pero untada con miel...
Salimos para Teotihuacan con el coche de Consuelo. No hay nada de tráfico. La estampa de DF vacía me recuerda a una escena de Walking Dead. Es inquietante. Es Semana Santa y en DF se está de muerte, nunca mejor dicho.
Llegamos a la ciudad de los dioses. Ya hay gente, pero de momento se está bastante bien. Tardamos unos 40 minutos en llegar.
Teotihuacan es una de las mayores ciudades de Mesoamérica durante la época prehispánica. Ubicada en un inmenso valle fue para la mitología náhuatl, el lugar donde se crearon el sol y la luna. La antigua ciudad inició sus construcciones 500 años antes de nuestra era y es un espléndido ejemplo de la magnificencia y perfección en cuanto a planeación urbana se refiere. La Pirámide del Sol con más de 162 escalones sigue siendo motivo de diversas ceremonias, pues se cree que es un importante imán de energía solar.
La primera sensación al entrar en este paraíso monumental, es el perfecto estado en el que se encuentran todas sus construcciones.
Empezamos a andar por el Paseo de los Muertos, una calzada de dos kilómetros. Subimos primero a la pirámide de la Luna. Sólo se puede visitar hasta la mitad, pero es suficiente para sentir un agradable vértigo. La estampa desde arriba es acojonante. Hay gente con las brazos alzados invocando energía solar. Consuelo, Mireya y yo juntamos nuestras manos e improvisamos una sardana catalana. Algunos nos miran mal y desistimos en nuestro pequeño homenaje divino...
De allí nos dirigimos a la Pirámide del Sol, la más grande. Hay tanta gente que se ha organizado una cola que da un cuarto de vuelta a la pirámide. Hace calor y los vendedores no paran de ofrecer un artilugio musical con cara de jaguar que emula el sonido de este félido. Al principio hace gracia, pero al final resulta ser de lo más cansino.
La subida a la pirámide es lenta y el impacto vertiginoso es menor al de la Pirámide de la Luna. Consuelo comenta que hace años era realmente diferente subir a esta pirámide, pues no había vallas separadoras y uno podía campar a sus anchas por la altura de la pirámide. De todas formas estar allí es un regalo.
Tomamos energía solar y bajamos.
Damos la vuelta y volvemos por donde hemos venido, visitando un palacio reconstruido (el palacio de Quetzalpapalotl). Tras 3 horas de caminata incesante regresamos a casa. Energía y buenas vibras para afrontar la semana.
pic. by Consuelo |